El tiempo es un enemigo implacable:
después de mí seguirá expandiéndose el Universo,
pero la gloria y los laureles volverán a la entropía.
No empezó el mundo cuando nacimos.
Tampoco se colapsará por nuestra ausencia.
Hoy por hoy tengo para comer y donde abrigarme
y no soy propiedad ni dueño de nadie.
La rueda de los deseos me va siendo ajena
y ya no me envenena la autocomplacencia de los imbéciles.
Para llegar a los hombres me he separado de ellos.
Sin embargo, aprecio su vino y su tabaco.
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